Caroline se sienta en el sofá con una taza de
chocolate caliente, y alimenta así sus recuerdos. Recuerda el momento cuando lo
volvió a ver, después de su declaración. Sus piernas temblaban como si fuera un
trozo de papel, algo curioso porque su tono de piel era blanco como la nieve
más virgen. Tomás llevaba una rosa entre sus manos y con su mejor sonrisa se la
entregó. Caroline la recibió, pero no recuerda muy bien por qué, pero sus
cuerdas vocales parecieron liberarse en ese preciso instante, y le dijo todas
las cosas que tenía guardadas. Allí, en un pasillo rodeado de gente, dijo todo
lo que sentía. Y allí mismo recibió el beso más dulce de su vida. Sus labios se
juntaron como si ya lo hubieran hecho antes, en
realidad, ese beso ya era parte de sus sueños e imaginaciones. Sus
cuerpos se juntaron y sus olores hicieron una mezcla perfecta, digna del mejor
perfume.
Eso eran ellos, una mezcla, un conjunto, un
cuerpo y dos almas. Vivieron años perfectos, sin discusiones, sólo alegría y
momentos plasmados en fotografías. 14 de febrero del 1999 el día más triste de
su vida, el día en el que ella se dio por muerta en vida. Ese día había
cambiado todo, el cielo se volvió gris, aunque las personas decían que era un
azul hermoso, que no había casi nubes en el cielo y corría un viento limpio.
Ella los contradecía y por verlo de otro color se declaró daltónica. Sus ojos parecían nubes llenas de agua de mar,
adornados con medias lunas bajo sus ojos. Caroline decía que Tomás seguiría
viviendo en su corazón, por este motivo no estaba de acuerdo con tantas rosas
que llevaban, con tanta gente vestida de negro. Todos parecían fuertes, para no
hacerle daño a Caroline. Las canciones que a él le gustaban sonaron a petición
de ella, y al son de melodías tocadas en piano, aparecieron unas luciérnagas de
la nada. Allí estaba él, ella lo sabía.
...Continuará...
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