viernes, julio 20, 2012

Poesía hecha sensualidad



No entiendo porqué siempre olía a rosas, ni por qué sus labios color carmín basilaban cada vez que me veía ella. Sus caderas eran grandes, pero sin exagerar, sus pasos acentuaban su sensualidad. Encontra de la belleza artificial sus labios era lo único que no tenía su color natural en su rostro. Sus ojos azules como el mar, no tenían ni la menor tinta de sombra en sus parpádos. Sabía mirar, mover sus pestañas, sabía doblarlas para que estuvieran más largas, todo eso para potenciar su mirada. Me tenía loco, y no sólo por la parte sensual, sino que nunca sabía con qué me iba a sorprender.

Cada día su pensamiento sobre el mundo cambiaba, y me hacía sentir rídiculo de acuerdo con lo que ese día pensara. Tenía una pasión enorme por los animales y cada vez que le hablaba a su perro Max, me daba ganas de robarle besos. Era tan dulce... que cualquier chocolate en sus labios no tendría el más mínimo sabor. No sabía muy bien por qué ella seguí hablándome, no sabía por qué no me dejaba acercarme a ella cuando estaba en pijama, ni cuando tenía falda. Las despedidas siempre eran secas, nunca me daba un beso, ni un abrazo.

  • Que estés bien, y tengas buena noche.

Y después de eso, sólo el sonido de la puerta de madera me decía “vuelve pronto”. Ella, sólo ella llenaba mis pensamientos, aunque suene estúpido, en mi mente ella si me daba besos y en mi cama ella era la reina. Y después salía el sol, sonaba el despertador y mi mundo se volvía aterrador.

-¿Cuando recuperará la memoría?- Siempre me lo preguntaba, y sólo el tiempo tendría la respuesta.