jueves, febrero 14, 2013

Te apoderaste de mi corazón,
y te mudaste a mi mente.
Más tu olor lo llevo conmigo,
como si fuera un órgano más.

Palpitas en mi esternón,
y encajas en mis costillas.
Te llevo conmigo día tras día.

Y nuestras manos se buscan y encajan,
como dos piezas de un puzzle se trataran.
Explicación alguna inexistente,
más tu amor por mí es latente.

Te bañaré con besos que te hagan sentir,
que me vuelvo loco,
si me tocas así.

¡Camina delante de mí!
Que me muero por verte,
por verte, otra vez sonreír.  

miércoles, febrero 06, 2013

Olor a fresas


Ese olor a fresas recién cogidas me hacía recordar a tus besos. A esos besos que bajaban por mi cuello y llegaban hasta donde tú te lo propusieras. Esos besos con los que caía rendida en tus brazos, tan sumisa, que tú te debas cuenta y te aprovechabas de la mejor manera. Cogí una fresa y me la llevé a la boca lentamente imaginando que era tus labios, así, carnosos y con ese sabor dulce. La fui acercando y mi olfato sentía cada vez con más intensidad su olor, incluso en mi lengua podía percibir su sabor.
El viento se abrió paso por la ventana de la cocina y todo mi cabello se vino hacía mis ojos. Mi falda de pliegues me acarició mis piernas y se levantó a causa del viento, produciéndome un leve cosquilleo.

Sentí mi piel desnuda y cómo me acarició el viento ¿Había sido una señal? ¿Él estaría pensando en mí...de esa manera? Terminé el viaje de la fresa a mi boca y puse activos todos mis sentidos. Sentí algo que me recorría todo mi cuello y esta vez llegaba hasta mis pechos. Lo sentí a mi lado, allí parado observándome con esa cara que ponía cuando hacía algo que no entendía o simplemente no comprendía... Lo sentí tan mío de pensamiento, porque podía controlar lo que imaginaba, lo tenía, aunque fuera por esos segundos que tenía la fresa en mi boca; reviviendo su olor, sus besos...

El encanto pasó cuando el último bocado de fresa lo puse en mi lengua. Su imagen se difuminó como neblina. Sentí otra vez ese frío que abrazaba mis costillas cómo se apoderaba otra vez de mí, ese nudo en la garganta sin saber si llorar o simplemente tomar agua y respirar. Sentirme así de nuevo me hizo desvanecer, sentir que mis piernas perdían la fuerza momentánea que habían tenido con esa inyección de felicidad.

Volví a poner otra fresa en mi boca. Quería amarrar ese recuerdo como diera lugar y ahí sentada en el suelo frío de la cocina cerré los ojos y me dejé llevar. Ahora los besos los sentía por mi abdomen y me comencé a tocar. Mis piernas comenzaron a ponerse un poco calientes y mis manos se deslizaban entre éstas. La fresa fue recreando lentamente el recuerdo de mi amado, mientras con mis manos torpes me iba tocando suavemente.

Cuando sentía que la fresa se iba a acabar, me llevaba otra a la boca y seguía el camino de mis manos. Cuando llegué al punto final, toqué con más intensidad, como celebrando haberlo logrado. Y sentí, lo sentí; así como si estuviera allí abajo con los ojos cerrados, y me dejé llevar y seguía saboreando las fresas. Incontables fueron las fresas que saboree, pero sí sé que pude llegar y lo sentí. Allí estaba él y era como si nada hubiera pasado. Sólo él y yo. Éramos de nuevo un nosotros marcado en el corazón y en mis labios.