domingo, junio 26, 2011

Entre helados y el viento de verano


Y ahí estaba ella, comiendo un estupendo helado, saboreando los pedazos de chocolate y cerrando los ojos cada vez que ese frío entumecía sus encías. El frío de una tarde con sol ardiente del verano, le acariciaba su piel que cada vez iba cogiendo el tono canela envidiable de toda mujer menos de ella; le encantaba ese tono blanquinoso y delicado de su piel. Las parejas se acondicionaban sus temperaturas corporales a las del ambiente y se les veía más acaramelados que en las tardes frías y sin color de invierno. Anne sentía una cierta envida al verlos besarse, tocándose y diciéndose cosas suavemente al oído que sólo ellos dos sabían. Anne fijó su vista en una pareja, el chico tenía unos hermosos ojos verdes y ella contraatacaba con un color a chocolate. Anne se sorprendió de su buena vista, porque estaba relativamente lejos de ellos. Anne siguió comiendo su helado, pero está vez se fijándose en cada movimiento de la pareja, en cara roce, en cada beso… estaba dispuesta a sentir cosas, a transportarse de tal manera que esos sentimientos también le llegaran a ella, como si fuera un envió de sentimientos a través del viento y de los olores. No le puso cara a su imaginación, sólo se limitaba a sentir y a revivir sentimientos olvidados o tal vez nunca vividos. El olor a chocolate fundido que desprendía las crepes que preparaban no muy lejos de ahí, le hizo recorrer por todo su cuerpo una corriente de deseo. Sus labios resecaron y ella los humedecía lentamente con su helado. La pareja a lo lejos seguía besándose e iban aumentando la pasión de estos. Las manos del chico se deslizaban lentamente por el abdomen de ella, y  ésta se retorcía un poco para los lados. Anne deseaba decirle a ella que no tuviera miedo de lo que fuera a sentir, y mucho menos vergüenza que la fueran a ver, las reacciones espontáneas son las más bonitas, o por lo menos eso pensaba ella. Anne seguía saboreando su helado, mientras se iba dejando invadir por sentimientos de deseo, y se dejaba tocar sus partes por el viento que jugaba con los pliegues de su falda. Algún que otro orgasmo salió desde sus adentros, pero ese sentimiento le hizo recordar lo que se llamaba felicidad, aunque por loco que sonara, esta felicidad también la podía dar el viento y su imaginación.


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jueves, junio 23, 2011

Equilibrio, concentración..


Equilibrio, concentración… Esto se lo repetía en su mente, como si fuera su oración personal, como esa frase para tatuarse en el lugar más visible de su cuerpo. Se había planteado años atrás, cuando aún creía en dragones, en torres encantadas… que la vida no era color de rosa, ni una gran tienda de dulces sabor a sandía. Era más que eso. Era caer y levantarse, era besar y abrazar, era llorar y esperar, era reír y soñar, era decir la verdad y dar lealtad. Era no mentir por encima de todo y esperar como un niño con los ojos bien abiertos que nadie te mienta. Ella sentía como poco a poco lo conseguía, pero su vida se pintaba de monotonía, de tachones en una hoja en el país de los sueños y con una persona por dentro que le decía que se equivocaba. Sus días eran iguales, sólo se fijaba en las posibles cosas que le harían daño y se limitaba a cerrar su corazón bajo capas de hormigón. Sus latidos  la despertaba en la noche y esto la hacía sentir viva. Pero no le hacía sentir amor. Podría sentir amor hacía su gato y por algunos de sus familiares, pero no hacía un chico, eso sería saltarse las reglas, y eso no estaba en sus planes ni en su estilo de vida.

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martes, junio 21, 2011

La chica de los mecheros II


Él en cambio, la miró a los ojos. Quería describir más cosas de las que sabía de ella. No quería comprar otro mechero, porque tenía ya demasiados en casa, burlándose de él por no atreverse a hablarle, por simplemente limitarse a cruzar las palabras de un comprador, “¿Cuántos mecheros has dicho por 1€?” y “Gracias”. Ella ni siquiera se dejaba tocar la mano, simplemente le dejaba caer el mechero en su mano derecha, sin ningún contacto. Pero ese día él dejó la vergüenza a un lado, y le ofreció trabajo a la joven. Ella con cara triste, le sujetó la mano, y ese primer contacto despertó en él otra clase de deseos.

Mirarla ahí a su lado, sintiendo su mirada en su rostro, sus manos heladas sobre sus manos, se sintió cómo si la conociera de toda la vida; se sintió como en una novela de ficción y que de repente ella le besara, y le dijera como en una novela romántica que lo amaba y que siempre se subía en ese vagón porque sabía que él estaba allí. Pero sin embargo, ella le dio las gracias, pero le dijo que ya abandonaba estas tierras. Su acento le sedujo y sus labios color carne lo hipnotizaba con cada movimiento. Él con una sonrisa fingida se disculpó por si la había ofendido, y ella le dio un mechero. “Nunca olvidaré su rostro cuando me vio por primera vez. En su mirada no vi rabia hacía mi por vender mecheros. En su rostro vi lo que nunca había visto en un hombre, la mirada de amor, de enamoramiento” le dijo la joven con tono de agradecimiento. Él sin embargo, sostuvo el mechero en la mano y contempló la figura de la joven como se perdía entre las personas. No podía creer que probablemente había sido la última vez que la veía, la última vez que había escuchado su dulce voz acariciar las paredes del vagón dónde cada mañana se subía. Y ahí se quedó, sentándose en un asiento que por arte de magia quedaba libre, en un vagón dónde la gente se volvió transparente ante sus ojos, y su corazón se encogía hasta dolerle. 


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lunes, junio 20, 2011

La chica de los mecheros I


Otra mañana más, se despertaba por culpa de su despertador. La noche se hacía corta, y la rutina se volvía insoportable. Desayunó con su gato, que lo miraba con una expresión adorable. Quien sabe que se le pasaba por la cabeza, pero siempre estaba a su lado haciéndole compañía. Se bañó, se vistió y salió al frío de la calle. Todos los días a la misma hora salía de su casa, algunas caras de personas le eran familiares y con un movimiento de cabeza las saludaba.  Línea 5, parada Diagonal. Otra vez la gente se amontonaba por los pasillos del metro, otra vez tenía que entrar con empujones al vagón aún somnoliento. Las personas se apretaban, y con cada toque no deseado pedían disculpas. Allí estaba él, hombre solitario, hombre sometido a una rutina que no lo dejaba vivir.

No había asientos libres, y parado agarrado de una barra de metal se quedó. Esperaba ansioso que la pudiera ver. Cada mañana le alegraba el día una chica joven, una chica que tenía algo en sus ojos que le encantaba, que lo hacía sentir bien. Siempre intercambiaban miradas, y muchas veces había sido capaz de sentir las ganas de hablarle, pero le daba vergüenza. En la siguiente parada, en la que siempre ella abordaba, la pudo ver. Estaba allí, parada con una mirada triste, pensando lo que iba a decir, sujetando una caja de mecheros. La atmosfera del vagón de metro cambió, la gente siguió leyendo el periódico gratuito, los libros de grandes escritores, o simplemente el suelo sucio.



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sábado, junio 18, 2011

Invierno


 Y vuelve el invierno a mostrarse, trayendo su frío a todas las personas de una ciudad añorando los días de sol, los días de más luz. Allí, sentada en la parada de autobús de siempre, se encuentra ella con su melena color caoba, y sus labios color a tulipanes rojos. Su mirada de soñadora, sus manos inquitas moviéndose cómo si estuviera tocando un piano imaginario, era algo que la caracterizaba, la identificaba. El mismo autobús, de marca 43, se paró al frente suyo, y ella lo abordó. Otro viaje más, otro trayecto hasta su casa, un trayecto que cada día la hacía recodar esos viajes de pequeña cuando le preguntaba a su madre que eran las cosas que pasaban rápido por la ventana del autobús. Días que ya parecían haber pasado hace años, cuando era una chica inocente que miraba los autobuses cómo maquinas mágicas que transportaban a las personas a otros lugares, para así no tener que caminar. Chica inocente que ahora era una gran mujer, que seguía adorando ir en bus, para así poder contemplar lugares ocultos de la ciudad, lugares que se alumbraban aún más con el choque de los rayos de sol.

Había descubierto a través de las miradas de las personas que cada día abordaban el autobús, que se podía leer esas miradas, esas caras. Adoraba fingir que podía leer los sentimientos de las personas, adoraba poder llegar a sentir la fuerza de cada persona, y poder decir a la suerte el color de las auras de éstas. Llegó a escribir muchas historias en trozos de papel; trozos que quedaban doblados en triángulos en su bolso, o plasmados en su libreta personal. Algunos de estos textos vieron la luz, otros se los guardó ella, para que así, eso personajes inventados vivieran entre líneas.



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jueves, junio 16, 2011

Labios pintados, cuerpo desnudo y frío.


Labios pintados, cuerpo desnudo y frío. Casi ya sin sentimientos en un corazón arrugado. Lágrimas secas, ojos pintados de sufrimientos ajenos, de noches en vela. Medias lunas pintadas en su espalda, manchas verde azules en sus pies. Cansada de caminar sin salida, cansada de respirar sin saliva en su boca. Se pintaba los labios del color de la sangre, la misma que brotaba por sus heridas. Besos de hombres, hombres ingenuos que confiaban en ella. Besos robados, besos prestados, besos vendidos. Pero al fin y al cabo besos sin sentido. No se gastaba mucho dinero en pintalabios, ni en ropa de vestir, porque terminaba cada sábado de madrugada en el algún baño de discoteca. Caminaba como si fuera una loba, como una diosa salida del peor cuento de terror, no por malo, ni por mal escrito, sino por lo escalofriantes que podía ser. Se quejaba de las películas románticas, pero aquí entre dos, en los inviernos sólo veía películas de amor. Tal vez pensaba que después de probar a distintos hombres encontraría ese sabor distinto, ese olor especial, esa piel en la cuál dejar su color de labios para toda la vida, ese que la hiciese sentir mujer y perder su guardada virginidad no de cuerpo, sino de alma por una vez. Le gustaba tomar la iniciativa, le gustaba dominar en las situaciones. No le gustaba sentirse atacada, porque huía a la primera oportunidad prevista. Su punto débil era su cuello. Por eso siempre trataba de cubrirse con pañuelos. Y en los actos sexuales, no dejaba acercarse mucho más allá de sus clavículas punzantes. Para así, frenarles la entrada a sus palpitantes arterías. 






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lunes, junio 13, 2011

Esperando...


En una cama vacía, en una casa con paredes que hablan a sus espaldas, con cepillos de dientes que la señalan, así pasa sus días de solitaria. Llora noches enteras, pero no consigue tener serenidad en su alma. Se engaña para no llorar, pero al final respira sus propias mentiras, envasadas de pastillas de felicidad que no llegan a su propósito final, robarle una sonrisa entre lágrimas al despertar. Mañanas que se envuelven con un tono gris, un sol que parece no salir, y ojos de personas desconocidas que no esconden nada conocido. Voces en sus oídos que cantan canciones tristes, pero que a ella le encantan porque parece que la entendieran. Tardes en la cocina haciendo pasteles de chocolate para dos, pero que sólo ella consigue probar una cucharada partida por la mitad. Vinos que se pasan en una estantería esperando más años, para así estar mejor al momento de ser descorchados. Deseando por fin, ser participes de noches de pasión, de gritos de amor y de sábanas envueltas de suspiros y pliegues al amanecer. 



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sábado, junio 11, 2011

Call me again...


Pensó en llamarlo y decirle lo que sentía. Pensó en correr sin rumbo, sólo con su instinto interno, ese instinto que le daba la orden a sus pies de correr en una dirección, su casa. Pensó en gritar desde lo más alto de una montaña, pero no sabía muy bien como llegar hasta allá. Pensó en dejarle un mensaje cada mañana en su portal, y con un beso dejar la marca de identidad. Rociar las cartas de su buzón con colonia de olor a tardes de verano, para que así la tuviera presente. Paulina seguía parada ahí, entre la realidad y la ficción. Nadando entre recuerdos, entre trozos de dolor y unas ganas inmensas de tenerlo en sus brazos. Prefería vivir en una ficción creada por recuerdos pasados. Prefería pensar que se había ido a otro planeta tal vez, pero que no le había dicho nunca ese adiós, ese adiós para siempre que le había roto su trozo de corazón. Sus labios aún pintados con un rojo pasión, esperando ese listos, fuera ya… pero no, no cruzó la línea, no dejó besos en cartas, no sacó su perfume a pasear y sus cuerdas bucales no salieron a recibir el aire de la mañana. 




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jueves, junio 09, 2011

Así es Chloé



Tiene una marca que la caracteriza, su sonrisa. Tiene 21 años, pero aún sonríe como una niña, tiene un amor inmenso en su corazón y lo da sin pedir factura a final de mes. Sus labios color a fresa, sabor a melocotón y olor a chocolate me enloquecían y me embriagan como si me tomara un cóctel. Sus brazos son mi mejor refugio, mejor que una habitación con una cama recién echa con sábanas acabas de lavar. Su piel tenía el olor a la mejor colonia que había olido en años, su pelo…es un lienzo delicado, tiene colores caoba envueltos con pequeños rayos dorados que la daban un tono único. Sus ojos azules como el mar, que nunca he visitado, pero que cada vez que los veo me parece estar en la mejor playa. Sus delicadas piernas, sus curvas de nunca acabar, sus delicados dedos que le encantan jugar con mi pelo, sus palabras bonitas, salidas de su corazón, todas estas cosas me enamoraron. Hasta que le dije, que si me dejaba ser su despertador, su acompañante los días de lluvia, los días de sol… Si me dejaba compartir las lágrimas y las sonrisas. Y ahora por eso, somos uno, somos un todo.
Charlie...


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martes, junio 07, 2011

Siempre tú♥


Entre versos y palabras me pierdo,
Entre risas y miradas me encuentro,
En un calendario con fecha marcada,
Pongo amor y riego a besos.

Minutos, horas…
Segundos que serán siglos.

Mi cuerpo se altera,
Mi corazón bombea más sangre,
De la que está acostumbrado,
Con sólo pensar en tenerte cerca.

Lluvia que va alejando lágrimas,
Y un sol, con ganas de alumbrar,
                                                           Y secar antiguos miedos.





viernes, junio 03, 2011

¡Felices 15 meses amor! ♥


Aunque se alce la tierra,
Aunque del cielo caigan bolas de fuego,
Aunque ya no existan poetas,
Aunque la música en el mundo se apague,
Aunque el sol no vuelva a alumbrar,
Te seguiré amando.

Te amaré para siempre,
Porque mi corazón te pertenece,
Porque vives en él,
Porque cada milímetro de mi piel huele a ti.

Tu sonrisa es lo único que necesito,
Tus brazos el calor que me acompaña,
Tu voz la melodía con la que mi cuerpo danza,
Al compás con el tuyo esas noches,
En la que la luna nos vigila.

Felices 15 meses Amor....