Tu
risa resuena en la sala mientras yo tecleo en mi portátil, tal vez
este sea una especie de diario o una locura sacada de mi día tan
agitado pero encantador a tu lado. ¿Te acuerdas el día de la
cafetería? Ese día en que me insultaste pensando que era el
camarero que te había hecho esperar 45 minutos
por un expreso, pues bien ese día me enamoré de tu arruga en la
frente. Pues bien, eras encantadora, tu hablabas y yo sólo te veía
a ti. Esa expresión tan encantadora y esos labios carnosos que
dejaban bailar las palabras que no entendía en tus labios. Tus manos
se movían inquietamente por el aire espeso y sin yo entender nada
tan sólo dije gracias, en ese momento paraste en seco agarrando tu
bolso con las dos manos y soltando una sonrisa burlona “¿Gracias?”
– me preguntaste mientras yo volvía a un mundo ajetreado y en ese
momento de boca arriba por tu confusión.
- ¿Gracias por no hacerte echar? – Me pareciste horriblemente exagerada, pero descubrí otra parte encantadora en ti.
Tenías
un lunar en el cuello, un lunar que resaltaba tu cuello haciéndolo
un poco más sensual. Tu mirada me embriagaba como el Vodka de más
alcohol, eras llena de secretos para un hombre con ganas de indagar.
Ahora vivimos juntos y no me canso de decirte que te quiero, y te
querré porque tú eres esa persona que alumbra mis mañanas y la que
le da sentido a mi vida. Y ¿Sabes? Aún quedan muchas cosas de ti
por descubrir así que dejame
estar más días cómo hoy, para poderte desnudar el alma.