miércoles, marzo 17, 2010

Estaba en el puente central de la ciudad. Las luces de colores le parecían hermosas, luces que parecían como pequeños rayos de luna. La noche ya estaba vigilando la ciudad, pero ella no tenía intención de volver a casa esa noche. Mejor dicho, nunca.


Sus manos le temblaban, como las hojas de un árbol sometido a la fuerza del viento. Sus ojos buscaban una cosa, la luna, la esfera blanca que sustituye el ardiente sol del día.


Se paró en la baranda del puente, era amplia, y comenzó a alzar los brazos al cielo, y a tambalear. El viento se le infiltraba por debajo de su fino vestido blanco, pero eso no le importaba. Las estrellas brillaban con fuerza; intencionalmente las comenzó a contar, una, dos, tres…treinta; eran muchas y desistió.


Sus pies descalzos estaban cansados, y de puntitas se paseó de nuevo por la baranda. Por debajo del puente pasaban coches, coches con destino a lugares felices, a un restaurante, a un hotel, fuera donde fuera, seguro que eran mejor que volver a su casa. Su móvil comenzó a sonar, el tono de The reason le advirtió que la estaban llamando, y no cualquier persona, era su amado. Sacó el móvil de su bolso, y lo puso también en la baranda del puente; lo contemplaba de tal forma, que parecía como si nunca hubiera visto uno. Con una sonrisa loca, sus labios destruyó la fina línea triste que tenía. Creía que no le importaba a nadie, pero esa llamada le resucitó el alma. No cogía el teléfono porque sabía que si lo hacía muy probablemente le hacían cambiar de opinión. Sus ojos le comenzaron a brillar. En ellos se reflejaba confusión y un deseo a ser cerrados para siempre, para dormir en un universo en donde las almas danzaran con el sonido de los pájaros. Sonido a naturaleza artificial, en un cielo infinito, donde hubiera sinceridad y cariño en todo su terreno. Y lo más importante, que hubiera capacidad de olvidar todo lo vivido en la tierra.


Parpadeó y volvió a abrir los ojos, las luces fosforescentes le estaban haciendo daño a sus delicados ojos azules. Un mareo repentino vino, y su frágil cuerpo se alzó con el viento. Las luces de colores las comenzó a ver más cerca. Su mente se desconectó con la realidad, y sus ojos no volvieron a ver ninguna luz.

1 comentario:

Xisca dijo...

cada texto que leo, me gusta mas!
:)